Diego Rodríguez
Con dramatismo, resalta lo contradictorio de una época en donde el orden se exige y se rechaza por igual; en la que las jerarquías se imponen con arbitrariedad instintiva, sin referencia a contenidos de valor que sirvan de legítimo sustento a las relaciones de los hombres con el mundo y sus semejantes. Así, la idea de culpar al Hombre, o mejor aún, a ciertos hombres solamente, permite exculparse de la responsabilidad de ser cómplices en el mancillar lo creado, como ciertas figuras en la obra que prefieren arremolinarse o pender sobre cables en insoportable quietud, sólo por evitar el reclamo de la vida. Y es ahí donde comienza el auténtico divorcio entre el hombre y su esencia; la confusión del malabarismo sin riesgo con el vértigo de la entrega; la búsqueda del confort por encima de cualquier espíritu de altruismo y auto negación. Desvirtuada la esencia, y en pleno bombardeo de tales artificios, el hombre cegado, el hombre ensordecido, el hombre aislado, no puede asomarse a la grandeza de lo que es en toda su simpleza. Ronda la tentación de creerse destructor incorregible o, peor aún, el observador distraído de una pieza que, sin saber cómo, tarde o temprano llegará a feliz término. Las figuras humanas son un destello de esperanza para el hombre que, cansado de limitar su quehacer a las faenas de la supervivencia, está por levantarse para responder a la vocación de Vivir que se nos ha dado. Víctor Genina. Diego Rodríguez es artista de la galería Ko Arte, de México. Para contactar: diegoko@att.net.mx |