Uno de los grandes inventos que el renacimiento trajo consigo fue la noción de la crisis de la pintura. Una pintura que niegue su propia crisis no es más que decorativa. Juan Lecuona establece un lenguaje dentro de los límites de lo posible. Sus pinturas están fundamentadas en ciertos principios constructivos que no corresponden con la pureza del geometrismo. Su lenguaje refleja un espíritu ecléctico, basado en elementos abstractos que simultáneamente mantienen un interés por lo representativo u lo ornamental. Los elementos abstractos de curvas y perfiles totalmente planos sugieren fácilmente cuerpos femeninos que se desplazan elegantemente por un espacio escenográfico, construidos con planos gráficos que recuerdan la tradición cinética ,que era popular en la década de los setenta. Lecuona parece construir sus pinturas ubicándose en una época de optimismo, cuyas formas planas y ambiguas que permanecen alejadas de cualquier compromiso con la realidad podrían aún garantizar ese clima alterado donde la pintura tiene que atrapar los deseos del espectador. El pintor generalmente ha sido un portador de imágenes que invaden la sensualidad y el espíritu del observador; pero el público parece insaciable; cada vez demanda más sensualidad y más fantasía en la naturaleza del artista.
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