Los exuberantes paisajes tropicales en los que se inspiran las obras más recientes de David Solís son fértiles, de significado ambiguo, y ejecutados con una técnica compleja. Utilizando una imaginación pictórica que se basa en memorias de tiempos y lugares, Solís capta la belleza y el misterio de la selva tropical y el bosque, de los pantanos, las fértiles llanuras, el agua y el cielo. El profuso follaje de sus escenarios compite con los árboles aislados, los efectos producidos por la luz solar, y las praderas en constante expansión que el artista representa de forma inimitable. A veces los árboles se yerguen solitarios, inmovilizados en medio de una niebla envolvente, o austeros y despojados en el medio de la nada. Otras veces el bosque es tan denso que sólo podemos intuir la flora y fauna que se encuentran en su interior y los rituales relacionados con una visión panteísta. Solís ha transformado lo imaginario y lo real en una grandiosa metáfora de un tiempo y un lugar que puede ser cualquiera ?desde Panamá hasta las regiones salvajes de Nueva Zelanda.
David Solís nació en Panamá en 1953 y se formó artísticamente en su país y en Francia, donde ha residido durante muchos años. Sus viajes entre Europa y Panamá ciertamente han dotado a su obra de un atractivo de características internacionales que trasciende la imagen regional del paisaje de las Américas y su exotismo -descrito con tanta frecuencia- , y lo eleva a un contexto de intelectualismo mucho más amplio. Vienen a la mente del espectador ideas acerca de rituales misteriosos, identidad perdida, exploración de lo desconocido, y el medio ambiente, así como también preguntas que involucran a la realidad versus las fantasía mágica.
Gran parte de la complejidad que se asocia con actitudes tan profundas con respecto al paisaje puede atribuirse a su utilización de una técnica única y distintiva. Consumado dibujante, Solís emplea libremente la línea como base para sus obras, y los efectos pictóricos logrados por medio de las técnicas mixtas y los detalles realzan aún más su visión de la naturaleza, al mismo tiempo que sirven para distorsionar y agregar a las escenas ciertos tipos de marcas abstractas que contribuyen una nueva dimensión y variedad a las superficies. Se nos pide que imaginemos el paisaje desde múltiples puntos de vista, que alcemos nuestra mirada hacia el elevado horizonte y nos sumerjamos en las tranquilas aguas, o que observemos desde arriba en una vista panorámica que abarca millas. Se crean sombras y reflejos por medio de chorreaduras de pintura y capas luminosas de color que se disuelven en el espacio, como vestigios de los poderes eternos de la vida que se manifiestan en las fuerzas de la naturaleza. La intrusión del hombre es al mismo tiempo real e imaginaria; los vestigios de su presencia aparecen y desaparecen.
Es este resonante contraste entre tono y color, forma y contorno, real e imaginario lo que despierta una respuesta en el observador. Se nos pide una reacción inmediata asociada con las tradiciones románticas del pasado y las preocupaciones más pragmáticas del presente. Cuestionamos la ubicación, la estación del año, la hora del día y el significado. Le preguntamos al artista por qué la naturaleza es importante como tema, y si ahora tiene implicancias socio-políticas. Si no es un sitio real, entonces debe estar inspirado en algo, en algún lugar. Queremos compartir sus experiencias y penetrar en los dominios silenciosos de la naturaleza. El espectro de experiencias visuales captadas por el pincel de David Solís nos introduce en un paisaje de luz trémula que se refleja desde el agua y pasa por entre las hojas y las frondas de palmera y las ramas del bosque. En cada pintura, revela los efectos eternamente populares de la naturaleza y nos invita a compartir la magnitud de su belleza. Nace en Panamá en 1953. En 1970 ingresa en la Facultad de Arquitectura y en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Panamá. En 1975 recibe una beca para continuar su aprendizaje en la Escuela de Arte y Arquitectura de Marsella-Luminy, Francia. Profundiza las técnicas del grabado, participa en exposiciones colectivas regionales consagradas a esta técnica y se perfecciona, en 1976, en el Taller Lacourrií¨re y Frélaut en París. En 1978 obtiene el Diploma Superior de Artes Plásticas, con una mención en dibujo; instala su taller en Montpellier, sur de Francia, y colabora en diferentes proyectos de arquitectura y urbanismo. A partir de 1989, se consagra a su actividad de pintor en Europa y América Latina. David Solís es representado en Panamá por la Galería Habitante.
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