En el panorama actual de la grafica cubana donde, sobre todo, a propósito del grabado, se ha discutido mucho alrededor de los posibles antagonismos entre técnica y creatividad plástica, la obra de Oscar Carballo representa un punto de equilibrio. Este criterio lo confirmé una tarde de agosto cuando sumergido en las vertiginosas improvisaciones de Keith Jarrett asistí a las revelaciones que guarda Carballo en su cuarto multioficio. De las gavetas insospechadas, comenzó a salir una historia de búsqueda plásticas y motivaciones intelectuales que conformaban la imagen de una evolución estilística y conceptual coherente, de impecable oficio y de imaginación visual sostenida.
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