Esta exposición replantea el concepto de escultura en su sentido modernista. Tridimensionalidad y masa han sido sustituidos por aerealidad y expansividad en espacios vacíos y alternos. Las esculturas de Sylvia Riquezes muestran una mutación radical respecto de los lenguajes tradicionales. La obra se ha transformado en un enjambre de construcciones múltiples, piezas atomizadas en fragmentos, que se despliegan aéreas y flotantes en el espacio de la galería. Están construidas con materiales industriales como la tela metálica junto a pequeñas bolas hechas en polímeros, que exacerban el allure y la aséptica visualidad de la obra contemporánea. La pieza tradicional de bulto se sustituye por contorsionados cuerpos polimorfos y translúcidos.
La obra emula un tejido de formas metálicas abigarradas que se cierran centrípetas sobre sí mismas, formando diversas instalaciones colgantes del techo o emergiendo desde el piso. Cada instalación forma un conjunto de piezas unidas por hilos de nylon. Ellas semejan flores, pequeños arbustos o crecimientos vegetales traslapados a la ácida industrialización contemporánea. La tela metálica de las flores se enrosca en diversas capas, voluptuosas y zigzagueantes, a manera de velos o pieles industriales que van arropándose y conteniéndose en sí mismas. Las bolas se incluyen en los interiores de estos mantos, visualizándose como puntos vivos y cromáticos. Se crea un contrapunto plástico formal y simbólico entre los valores de grises de las capas metálicas y los rojos vivos de las bolas, denotando lo cálido y lo frío, lo vivo y lo muerto, naturaleza e industria.
La obra puede verse también como perpetuas transformaciones y retransformaciones de la materia tridimensional, que se reconstituye constantemente en estructuras polimorfas cuasi gemelas. Cada cuerpo tridimensional en la instalación se estructura en una repetición especular o en espejo, respecto de la otras, creando un delirante y quebrado sin sentido narrativo-visual del que sólo se extraen metalenguajes y metáforas, más allá de un enunciado directo. Encontramos metatextos que aluden subrepticiamente a una naturaleza des-naturalizada y des-construida, propuesta en su contrapartida simulada. Es la floración, la vegetativa, que ha perdido su contenido original y se ha desplazado hacia su des-constitución y pérdida. Riquezes reutiliza aquí el recurso de la repetición como forma de destruir el lenguaje narrativo y enlazar a las piezas del conjunto en una línea dialogística donde la idea de naturaleza está crucialmente en entredicho, mutada por la industria y desposeída de su sustancia.
Las diversas instalaciones se proponen como esculturas del campo expandido en el sentido en que lo afirma Rosalind Krauss, donde la solidez visual del cuerpo escultórico se ha desintegrado y ha reestructurado un nuevo idioma. Las piezas configuran armazones fragmentarias y danzantes, extrañas al ojo acostumbrado a la tradición escultórica de un cuerpo fijado a un solo eje. Riquezes asume la ruptura hasta con un inmediato pasado modernista, en el que todavía se resguarda la centralidad visual de los cuerpos. Las piezas se forman descentralizadas y polidinámicas, girando siempre sobre formaciones visuales diseminadas y reverberantes a la manera de rizomas fractales periféricos.
La propuesta de Riquezes yuxtapone polidiscursos más allá de un relato narrativo de significado absoluto. En la obra, la naturaleza que ha sido sacrificada en aras de la materialidad industrial también existe como nostalgia de una poética bucólica. Las piezas semejan flores, ramilletes , jardines colgantes que son la ficción y el deseo de un regreso al origen. La obra, que cabalga entre lo real y lo ficticio, en una estructura puramente óptica, se establece como melancólica evocación de la naturaleza. Las floraciones de Riquezes son poderosas visiones evocadoras de babilónicos jardines de una sociedad futurista. En otro nivel de lectura, quizá más intimista, el trabajo de Riquezes es una metarreflexión de su experiencia budista. El título de la serie, The Lotus Sutra, apunta al título de las escrituras milenarias del Buda Shakyamuni como también a los subterráneos conocimientos y sabidurías que contienen estos sutras o extractos de conocimiento supremo. En un sentido extensivo y metafórico se alude a los estadios impermanentes y evolutivos de todos los fenómenos. Cada instalación, en su liviana y dinámica estructura enuncia la sutilidad de la materia y su implícita fluidez fenoménica. La instalación Pulse of the Lotus Sutra es un conjunto aéreo de flores colgantes debajo de las cuales se encuentra una flor emergiendo ascensional desde un pozo de lodo. Apuntando a la filosofía budista, la pieza alude a la transformación y al pasaje evolutivo por el que transita el ser humano, quien como una flor de loto asciende desde su oscuridad y su sombra hacia la iluminación y la sabiduría. En The Ceremony in the Air, planteado con tres piezas colgantes ejes y otras sucedáneas, alude a las presencias abstractas de budas y bodisatvas, demonios y seres luminosos, reunidos alrededor de Shakyamuni, en una gran asamblea que tiene lugar en el aire. La obra metaforiza la transmisión de los conocimientos supremos y la intrínseca relación del ser humano con la sabiduría mística. Silvia Riquezes vive y trabaja en Boca Raton, Florida. Estudió pintura en la Escuela del Museo de Bellas Artes de Boston y en el Art Students´ League de Nueva York. Asistió a los talleres de renombrados artistas internacionales, tales como Asdrúbal Colmenárez (París, Francia) y Samuel Baroni (Caracas, Venezuela). Ha expuesto su obra en el Coral Springs Museum of Art, The Boca Raton Museum, y en la muestra JAM at MAM en el Museo de Arte de Miami. Ha participado en ferias de arte internacionales, entre ellas The Affordable Art Fair, en Nueva York, la Feria de Arte de Toronto, en Canadá, Feria Internacional del Arte (FIA) en Caracas, Le Salon de Mai y Le Salon de Grands et Jeunes d?aujord? hui en París, Salón Aragua, en Venezuela, Art Miami 2003 y 2004, y Merrill Lynch ARTEAMERICAS 2003 y 2004 en Miami, Florida. Recientemente ha expuesto en la Galería Marina Kessler en el Design District de Miami, Florida. Sus obras están representadas en importantes museos e instituciones, tales como el Museo de Arte Contemporáneo Sofia Imber (Caracas, Venezuela), Fiscalía General de la República (Caracas, Venezuela), Universidad Metropolitana (Caracas, Venezuela), Embajada de Venezuela (Washington, D.C) y Biblioteca J.F. Kennedy (Miami, Florida).
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