Pilar de la plástica contemporánea, más allá de cualquier nacionalidad y continente, Leopoldo Maler expone en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo una muestra de extraordinaria envergadura y contundencia.
Exponer a un creador de tanto prestigio e impresionante carrera, es una hora de gloria para la institución dominicana.
Es que Leopoldo Maler no puede tratarse como un expositor ordinario, aunque se le celebre por magníficas obras exhibidas. Su personalidad internacional está ligada entrañablemente a la historia del arte dominicano. En el aspecto docente -un aspecto desconocido para muchos-, director brillante, él ha marcado el rumbo de la Escuela de Diseño de Altos de Chavón. En la proyección internacional, él ha representado a la República Dominicana, en eventos colectivos mayores.
En Santo Domingo nadie como Leopoldo Maler ha señalado la vía del arte contemporáneo, mostrando la riqueza de los nuevos medios y de la instalación en particular. Ha sido un apoyo moral para quienes querían lanzarse en un terreno, todavía visto con dudas y prejuicios. La reputación incuestionable de ese mentor espontáneo bastaba para sancionar la validez de expresiones artísticas de ruptura, aun a los ojos de sus opositores más retrógrados.
Además Leopoldo Maler ha elegido vivir y trabajar en Boca de Chavón, donde tiene su casa, taller y museo... Leopoldo Maler cristaliza en su producción la polivalencia del arte actual y la negación de los límites por categorías. Se ha distinguido en dibujo, pintura, escultura, ensamblaje, video, instalación, happening, performance. Resulta muy difícil decir cual es su modo de expresión más destacado, aunque, personalmente, lo consideramos como un virtuoso de los medios mixtos, y ciertamente de los más grandes instaladores del mundo, con una dimensión de arte público. La Exposición
El título, "Arto del Harte", suena como una provocación... Aquí interviene la vertiente de comunicador social de Leopoldo Maler que, mediante una titulación insólita, invita a que se lo lea compulsivamente. Para quienes le descubren, la curiosidad se hace irresistible. Para los demás, el juego semántico y ortográfico bien corresponde a las facecias de una obra... extremadamente seria.
La muestra, desplegada en la totalidad de la segunda planta del museo, sobre pisos y paredes, podría mirarse casi como retrospectiva del artista, por su extensión y las fechas muy diferentes de realización. No lo es, ya que obras fundamentales como las que pertenecieron al período del CAYC -¡inolvidable "Última Cena"!- y a las colectivas de arte público organizadas por Gérard Xuriguera-, no hubieran podido ser traídas.
Sin embargo, es un conjunto muy representativo de la capacidad creadora de Leopoldo Maler al filo de los años, y una demostración que abarca tanto la idea y la metáfora como las sustancias, los procedimientos y el acabado. Sin que se quiera "maestro", el artista da naturalmente, al través de las obras, una lección para los artistas emergentes. La singularidad reside en que un artista maduro siga evolucionando y conserve el frescor creativo que se suele atribuir a los jóvenes.
Testimonio de esa facultad es la obra reciente que abre la exposición: "Ceci n'est pas une pipe". Aquí guiña un ojo al surrealista René Magritte, ¡y él nos brinda el mate, bebida de uruguayos y chilenos como de argentinos! Magritte nos decía que la imagen... no es el objeto: la imagen de la pipa no es la pipa. Maler nos declara que no es un Magritte, sino un emblema de la identidad regional.
Una segunda obra emblemática es una instalación de maquinillas de escribir, ardiendo. Funge de homenaje y memoria de Leopoldo Maler. La maquinilla en llamas, viejo modelo del siglo XIX y obra que data de los 70, ha consagrado internacionalmente al artista. La palabra es fuego, la palabra consume. Se nos refiere al escritor y más al periodista.
No obstante, detrás del rollo, el teclado y el fuego, se esconde otra referencia personal y autobiográfica. No tanto porque Leopoldo Maler ha empezado su carrera como periodista de la BBC, sino porque uno de sus tíos, el cual ejercía un periodismo mordaz, desapareció... La obra ha conservado todos sus atractivos, aunque hoy las computadoras han sustituido a las maquinillas en las salas de redacción. ¡Un dejo de nostalgia! La exposición es monumental, con piezas de dimensiones impresionantes, y una que otra instalación o ensamblaje llega a provocar una emoción incontenible. Así cinco pantallas, imágenes y miradas, simultáneamente fascinan y perturban. Sonidos crecientemente extraños, hermosos ojos iguales pero distintos por el color, bombillos reales-simbólicos, tránsitos y trances culminan en una interpretación personal. La lectura de esta video-instalación, consagrada en grandes centros internacionales como el Centro Pompidou en París, difiere según la receptividad del contemplador. Como la mayoría de las obras de Leopoldo Maler, estructuralmente simple, organizada, impecable, ésta se presta para el análisis y la discusión. Un "Harte"... de Hoy
Mientras tantos artistas y obras suelen envejecer, el léxico de Maler no tiene edad y cualquiera de sus obras podría haber surgido ayer. Esta increíble constancia e inagotable capacidad de autorrenovación obligan a plantearse una pregunta más general: ¿no había nacido el mejor arte de hoy hace 30 años, sugiriendo hacia el porvenir una multiplicidad de formas, materiales e ideas? ¿Ciertos abusos contemporáneos serían algo más que fantochadas sin mañana?
Entre las obras cimeras de los años 90 se destaca Conciencia empírica, simbiosis de construcción y deconstrucción, propia para espacio y arte público. Simposios internacionales tuvieron el privilegio de albergar la contundente familia de sillas, abierta a variaciones de tamaños y mensajes, idiomas y conceptos. La madera posee la fuerza del metal o de la piedra. Igualmente poderosos son formas, volúmenes y colocación sugerentes, en una composición con espíritu político y crítico.
El Poder se cuestiona -cuando no se lo condena-. El Trono objeto, signo y símbolo, reaparece con su caudal de metamorfosis, del altar ¡al lavamanos! Se alude a víctimas históricas lanzadas desde el aire -Argentina ha sufrido mucho-, las cabezas flotan ordenadamente en fila y en el agua. Es el impactante Santuario de Gritos y Sueños, Leopoldo Maler se adueña de objetos cotidianos y cambia la índole de su consumo, ahora arte y alegoría social, haga él réplicas en otros materiales o los integre sencillamente dentro de la instalación. En ello, el artista tampoco conoce el estereotipo ni la repetición: el concepto y la obra dictan las metáforas, y como buen poeta, las varía infinitamente.
Proceso muy difícil para que la recreación se convierta en creación, al nivel de Leopoldo Maler esa aprehensión en segundo grado se inscribe naturalmente en su trabajo. Basándose en las arañas de Louise Bourgeois, él reinventa una construcción en placas de metal y piezas de "meccano", un juego popular en la niñez de Maler -¡aquí sí está la réplica!-. En un ensamblaje espectacular, La Maja desnuda, convertida en La Cuñada de Goya-, se encuentra levitando, refinada presea de resina acrílica sobre rústicas tablas de madera. ¡Recrear no conoce límites espacio-temporales, ni materiales, para ese mago del reciclaje y la metamorfosis. Cada una de las obras proyecta la pasión del creador, el goce del artista en la etapa de la concepción y tal vez más en el proceso de ejecución, interviniendo una imaginación riquísima, pero revisada y controlada por el medio de producción. Arto del Harte es en fin una muestra antológica, hasta entre las numerosas exposiciones de Leopoldo Maler. Leopoldo Maler nació en 1937 en Buenos Aires, donde obtuvo un título en derecho. En 1961 viajó a Londres, donde vivió más de 17 años. Allí trabajó en la BBC y obtuvo en 1964, en el Festival Cinematográfico de Londres, un premio por una película corta considerada como la película más sobresaliente del año. Ha expuesto sus obras en el Centro Georges Pompidou (Francia) y representó a la Argentina en la XIV Bienal de San Pablo (Brasil), donde obtuvo el Gran Premio. En 1977 recibió una beca de la Fundación Guggenheim y permaneció en Nueva York hasta 1983, año en el que el rector de la escuela Parsons lo invitó a visitar la filial dominicana, cerca de Santo Domingo, donde se radicó. La filial se convirtió en la Escuela de Diseño de Altos de Chavón. Fue uno de los fundadores (en 1988) de la Fundación de Arte Contemporáneo de Napa. Su obra está representada en importantes colecciones privadas y en prestigiosos museos, como el Museo Tamayo (México) y el Museo Hess en California (U.S.A.), entre otros.
|
|