Las grandes esculturas de hierro patinado de Bastón Díaz se imponen como presencias significativas, cuyo sentido y razón de ser se establecen desde el mismo hecho de estar delante nuestro. No hacen falta explicaciones teóricas, ni análisis técnicos para aceptarlas como parte de un paisaje exterior o interior. Ellas son. Se imponen sobre la percepción de nuestros sentidos como volúmenes armónicos, austeros, impecables, que una vez vistos nos son necesarios. Sus cualidades estéticas representan a un autor que intuye y entiende su vocación de escultor desde el centro mismo de su ser, y que las ha trabajado paso a paso, conciente del resultado que buscaba. Estas obras seducen por la riqueza del medio y la economía poética de su construcción, en la que no falta ni sobra nada. Florencia Battiti escribe en el catálogo: "Su formación de orfebre le confiere suma destreza en el manejo de materiales de difícil manipulación: como el hierro y el acero". El tema que rige estos trabajos: Serie de la Ribera, es una alusión al sentido de desarraigo de los hombres y mujeres que inmigraron a la Argentina, dejando atrás su cultura de origen y lazos afectivos fuertes. Las esculturas están construidas de gajos de cascos de barcos, cortados y reunidos por bisagras estáticas. La disposición de estas formas volumétricas trasciende el espacio que ocupan proyectando una energía vital.
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