ANNA MARIA MAIOLINO

Espacio Vital

By Filho, Paulo Venancio
Brasil
ANNA MARIA MAIOLINO

Es el espacio - espacio vital- que se quiere completar; entonces el nombre surge como una afirmación inequí­voca, intransferible, única. Esto afirma un sentido y en él se fija, marcando una presencia.

El espacio de comunicación vehemente y clara, inequí­voca, que es la xilografí­a (grabado en madera o arcilla) no permite ambigüedades, exige del yo una determinación fuerte, emancipada y libre -un corte radical .

Por lo tanto tal formulación plástica a través del grabado es el acto inicial de afirmación de la individualidad estética que la voz enuncia.

No sorprende que el trabajo se haya iniciado en el grabado y en un tipo tan caracterí­stico de grabado: la xilografí­a o grabado en madera. Nada tan de acuerdo con el designio poético de la obra como la manufactura ardua, tosca, agresiva de la xilografí­a.

La incisión y corte, aplicados a la superficie dura de la madera exprimen la convicción única del gesto, trabajo de intenso sentir que es el hacer, para extraer una vehemente y auténtica señal del lenguaje.

Es claro que el grito - esta ocupación angustiada del espacio - sólo puede darse a entender en la xilografí­a; la voz, a su vez, también es corte en el silencio y manifestación en el espacio. Corte es afirmación, no sólo operación abstracta de distinguirse del plano y romper con la superficie de la representación, sí­ enunciación en la superficie de la vida, en el plano del mundo y de los actos - acto metafórico y plástico, dual; í­ntimo e histórico.

La presión pop de la época que incidí­a sobre el trabajo se va a dirigir, no sólo a los signos abstractos de la industria cultural - inexistentes o incipientes -, sino también a la persona biográfica del artista, y manifiesta una estrategia plástica bastante única y original; el desconsuelo y el rechazo de tratarse desinhibidamente como producto y al mismo tiempo, la dura experiencia de la objetividad distanciada que rompe la esfera protegida del afecto al disponer a la vista los elementos í­ntimos de la vida - una pop biografí­a, afectiva y efectivamente brasileña. Este pop anti-pop que ahora rechaza el producto acabado, más tarde minimalista antiminimalista, va a rechazar del mismo modo la ejecución industrial.

La presencia conflictuada del yo va a reaparecer en una cierta estructuración temporal de la existencia, en un esquema biográfico en forma de escalera. El yo se localiza en un mundo al verse en el espacio y tiempo diagramados por la memoria. Discretos registros, en el mismo cuerpo y letra, forman una agenda cronológica de las anotaciones vitales. Primero, un yo libre y desorientado, despreocupado, toma varias posiciones dentro de los cuadrados del mapa cuadrilátero. Este yo en minúsculas, joven en un mundo joven, está abierto a innumerables combinaciones y transferencias posibles. Pero el espacio es, al mismo tiempo, la escalera inevitable donde él circula, aquí­ y allí­, dentro de cada cuadrado, a la izquierda o a la derecha, yendo o viniendo, para arriba o para abajo. En esta inquietud ya está indicado, en cada unidad espacial geométricamente dividida, unidad espacio/tiempo, el impulso abstracto/existencial de romper con el plano. Las diferentes direcciones de la mí­nima partí­cula biográfica manifiestan la dificultad, la resistencia, el presentimiento del dilacerar, del rasgar, de la ruptura que no es solo de superficie, sino también de los tejidos más densos y profundos, intrincadamente ligados a los actos de la vida.

Pues atravesando todo un perí­odo decisivo y crí­tico del arte brasileño de los años 60 y 70, la obra de Anna Maiolino se forma allí­ donde el experimentalismo artí­stico y polí­tico represivo eran los polos divergentes. Trazo fuera de lo común y singular en este contexto, la fuerte y sucinta inflexión biográfica del trabajo va a expresarse fragmentariamente a través de diversos medios, manifestando una visión poética contenida y agresiva,a la vez ,haciendo de la investigación de su presencia en el mundo un experimento constante. Esta problemática estructuración del yo va a darse de un modo severo y contenido, anti-sentimental, denso, metafórico. Hasta se podrí­a decir dilacerante, considerando la carga agresiva de los cortes, de las rasgaduras, de las suturas constantes en varios de sus trabajos. Estas maneras decididas del romper y del unir, del separar y del reunir, del perder y reencontrar son í­ndices de una identidad oscilante, dividida, migratoria, inquieta. Dividide entre la delicadeza de la materia y la agresividad del gesto, el corte se hace más o menos geométrico, la rasgadura es í­ndice de agresividad concentrada, interiorizada, que realiza simultáneamente su propia sutura que se expone como marca del dolor social e individual; de tal modo que el hacer arcaico como la costura se asocia y se revalida en la forma abstracta geométrica moderna, construyéndola o rompiéndola. Y así­ manifiesta la tensión de esa convivencia antitética que está siempre presente activamente en el trabajo y que hace reaproximar al mundo próximo, familiar y afectivo y al distante histórico, social y polí­tico.

Este ir de lo transitorio a lo permanente, con el recuerdo perenne de lo provisorio, del suspenso, está en todo al mismo tiempo y es materia constante que el trabajo reelabora. La voz que se disuelve en el aire, el alimento que es incorporado, la arcilla que vuelve al polvo, la memoria que regresa y se deshace, a lo largo del tiempo el yo está finalmente en el hacer; el difí­cil y arduo proceso manifiesta, al final, el abrigo que el trabajo ejerce.

Y se llega al aprendizaje donde la elocuente presencia del cuerpo desvestido de razón y sentimiento inútiles y superfluos; frágil, solo y desvalido, está también dispuesto a ser tomado por la acción que lo define.

El yo confundiéndose indiferente con el espacio, yo/espacio, trabajo/espacio, juntos en la misma frecuencia; que es la frecuencia de los ciclos vitales ineludibles y la obra se transfiere a la materia. Ahí­, a través de la acción, la presencia del yo/espacio infunde el permanecer, la razón del estar, el sentimiento del ser. El problemático punto de partida reducido a los mí­nimos elementos autobiográficos se transfiere a la acción sobre la materia.

Luego, no sorprende absolutamente la experiencia escultórica original actual/ancestral que se desdobla hasta el presente a través de un material tan poco considerado como la arcilla. Lo táctil, primitivo, orgánico que representa la arcilla, está en el moldear, dar forma. Después de romper el plano, rasgar la superficie, cortar, suturar, la materia tridimensional se recompone en unidades autónomas, substanciales, plásticas y flexibles de ese material poco privilegiado que es la arcilla y a la cual Anna le concedió un ingreso único al arte contemporáneo. En este minimalismo artesanal, mecánico, muscular, la artista reexperimenta en la fuerza, en el gesto, en la persistencia, en la disciplina cotidiana del dí­a a dí­a, en mil, una, ninguna, en las formas iguales, repetidas, reiteradas, de aspecto agreste, primitivo, calabrés, en la paciencia inmemorial, en la creencia de la irremediable soledad del trabajo y de la vida, aquella misma afirmación presente en el sonido primordial que la voz emitió por primera vez.

La búsqueda de experiencias vivenciales premodernas y preindustriales no pretende descalificar utópicamente la vida contemporánea, apenas demostrar su unilateralidad. En eso reside la actualidad de esos objetos de arcilla aparentemente tan arcaicos. La experiencia y el pensamiento incorporados en ellos no pertenecen a una cultura especí­fica y localizada, sino que manifiestan valores comunes, cotidianos y universales. Podrí­amos decir que son objetos de un minimalismo í­ntimo, un minimalismo en donde la escala del cuerpo y de sus acciones aún prevalece sobre la escala urbana de las metrópolis y de los medios modernos de comunicación. En el mundo de los objetos de Anna Maria Maiolino vale el contacto, la proximidad, el estar-junto. Nada de eso contradice al mundo urbano contemporáneo, antes bien revela una de sus dimensiones tan aparentes.

BIOGRAFIA

Anna Maria Maiolino (Scalea, Italia, 1942). Escultora, dibujante, grabadora, pintora y artista multimedia. Debido a la pobreza de la posguerra, se traslada en 1954 a Caracas, Venezuela. Estudia en la Escuela de Bellas Artes Cristóbal Rojas, entre 1958 y 1960, año en el que se traslada a Brasil. En 1961 empieza un curso de grabado en madera en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Rí­o de Janeiro, y se integra a la nueva figuración, movimiento de reacción a la abstracción y toma de posición ante al momento polí­tico brasileño. Frecuenta el taller de Ivan Serpa (1923-1973) en el Museo de Arte Moderno de Rí­o de Janeiro - MAM/RJ y estudia grabado con Adir Botelho (1932), En 1964, realiza su primera exposición individual en la Galerí­a G, en Caracas. En 1967 participa en la Nueva Objetividad Brasileña, exposición que, entre otros preceptos, proponí­a la superación del cuadro de caballete en favor del objeto, siendo organizada por crí­ticos y artistas, entre los cuales está Hélio Oiticica (1937-1980). Entre 1968 y 1971 estudia en el Pratt Graphic Center, en Nueva York. A partir de la década de 1970, trabaja con diversos medios, como la instalación, la fotografí­a y pelí­culas. Participa, en Curitiba, en el 1er Festival de la Pelí­cula Súper 8 y es premiada por la pelí­cula In-Out, Antropofagia, su primer trabajo en ví­deo. En 1981, realiza Entrevidas, cuando se esparcen por el suelo docenas de huevos de gallina para que el público tuviera que transponer un "campo minado". En la década de 1980, por influencia del artista argentino Victor Grippo (1936-2002), comienza a trabajar con arcilla. En 2002 realiza en Nueva York una exposición retrospectiva, acompañada del libro A lo Largo de la Vida.